Una sociedad desarrolla todo su potencial cuando cada ciudadano puede aprovechar al máximo su talento. Cuando no existe equidad, cuando se reparten las cartas en función del origen social, la residencia, el género, o cualquier otra condición personal, se desaprovechan capacidades personales en perjuicio de todos. ¿Cuánto intelecto se pierde a causa de las desventajas de partida?

Quien clama libertad sin apelar a la equidad sólo defiende la libertad de los privilegiados en un terreno de juego desequilibrado.  En una sociedad sin igualdad de oportunidades no hay sino un espejismo de libertad, una libertad condicional. La solidaridad – la “fraternidad”, como la llamaron los revolucionarios franceses en 1848- ha de impregnar el tejido social para permitir alcanzar mayores horizontes a nivel tanto personal como global.

No se trata de intentar equilibrar el terreno de juego a partir de un identitarismo woke que pretende clasificar a las personas en colectivos, borrando la individualidad. Resulta preocupante que en nuestro entorno haya corrientes sociales que promuevan el identitarismo colectivo, y enarbolen constructos sociales territoriales o étnicos para justificar la discriminación.

Vivimos en una sociedad plural y diversa no porque pertenezcamos a diferentes colectivos, sino porque afortunadamente podemos vivir y expresar nuestra individualidad, nuestra singularidad personal. Cada uno sumamos.

Los derechos y las libertades no pueden supeditarse al tribalismo. Sólo con igualdad de oportunidades basada en la solidaridad y la diversidad personal pueden ser todos los ciudadanos verdaderamente libres.

Alex Valdivia

Socio

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