Uno de los principales retos que afronta la humanidad es el cambio climático, cuyas consecuencias se están dejando sentir cada vez con más fuerza, como el incremento de las temperaturas, la mayor frecuencia y virulencia de los huracanes, o las sequías severas en grandes zonas del globo terráqueo, y que están afectando gravemente a la vida en importantes zonas del planeta.

El grado de avance en la lucha contra el cambio climático es insuficiente, lo que lleva a la necesidad de plantear estrategias para evitarlo y, si es posible, revertirlo lo antes posible. Una de ellas es el “decrecimiento económico”.

Decrecimiento económico: ¿vivir mejor con menos es posible?

El “Movimiento Decrecentista” es un movimiento político y económico que defiende que el modelo actual basado en el crecimiento económico y el consumo es insostenible y conduce al agotamiento de recursos naturales, a la destrucción del medio ambiente, al empobrecimiento de los países más pobres y a la desigualdad social, y ante esto defiende la contracción de las economías para que, con un menor consumo de recursos y de energía, sean más sostenibles y permitan una mayor calidad de vida de todos los ciudadanos. Pretende asimismo que los países del sur, los países menos desarrollados, no sigan el modelo occidental de crecimiento económico, sino que sigan sus propios caminos.

La filosofía de este movimiento se fundamenta no en la necesidad de realizar un gran esfuerzo o sacrificarnos renunciando a cosas sino en que se puede ser más feliz con menos, en que muchas de las cosas que adquirimos no satisfacen realmente ninguna necesidad, sino que, al contrario, nos provocan frustración y necesitan de un esfuerzo para su producción y adquisición que resulta perjudicial para nosotros y para la sostenibilidad del planeta.

Para ello, el decrecimiento promueve, entre otras medidas, la reducción del consumo, el aumento de la vida útil de los productos, el fomento de las economías locales y los productos de proximidad, la reducción de las horas de trabajo, la creación de una renta básica universal, el comercio justo y las ayudas al desarrollo.

Otras ventajas de la economía del decrecimiento serían, según argumentan sus defensores, la reducción de las presiones inflacionistas, la promoción de actividades culturales y deportivas al disponer los ciudadanos de más tiempo y más dinero, la consecuente mejora de la salud, la reducción del endeudamiento o la aparición de nuevas oportunidades de inversión.

Pero la economía del decrecimiento puede tener consecuencias negativas que provocarían un aumento de la pobreza y la desigualdad. Según sus críticos, una economía basada en el decrecimiento solo se podría aplicar en los países más ricos, con economías muy desarrolladas, con las necesidades de sus ciudadanos satisfechas, con servicios sociales muy amplios y elevados niveles de seguridad, que permiten que sus poblaciones se puedan orientar más hacia el desarrollo personal. Pero la mayor parte de la población mundial tiene niveles de desarrollo económico y protección social mucho menores, con lo que la aplicación de medidas de decrecimiento económico supone cercenar el derecho de estas personas de mejorar su situación. Y esto es particularmente injusto, pues los países más ricos tienen, gracias a su mayor desarrollo tecnológico, garantizada su capacidad para seguir exportando sus productos, sin posible competencia de los países menos desarrollados, mientras que éstos, que basan sus economías en productos de bajo componente tecnológico, verían como los países ricos ahora les cierran sus puertas. Por otro lado, en nuestras sociedades desarrolladas hay sectores de población con menor nivel de vida que aspiran a su mejora, o incluso sectores que consideran que sus necesidades son mayores y están dispuestas a esforzarse, a trabajar más, para lograr su satisfacción.

La puesta en marcha de políticas de decrecimiento obligaría, por un lado, a gran parte de la población mundial a permanecer en su situación de pobreza, limitando tanto sus posibilidades de crecimiento como el acceso a los mercados occidentales; por otro lado, obligaría a implementar medidas coercitivas que obligasen a reducir sus niveles de consumo a aquellos sectores que no deseasen hacerlo y, por último, ante las expectativas de una menor demanda, reduciría la actividad de los productores, generando desempleo y reducción de los ingresos públicos, lo que acabaría provocando un aumento del malestar social y finalmente una reducción de la calidad de vida también en los países desarrollados. La falta de incentivos ante una demanda decreciente también provocaría una disminución de la innovación y el progreso tecnológico.

Por tanto, es necesario evaluar con mucho cuidado todas las consecuencias que pueden tener estas propuestas económicas antes de ponerlas en marcha, pues nos podemos encontrar con que los perjuicios sean muy superiores a los beneficios, siendo los más desfavorecidos los más perjudicados por estas medidas.

¿Cómo abordar los problemas del crecimiento económico sin decrecimiento?: el crecimiento sostenible

El modelo de crecimiento económico que hemos seguido hasta ahora, a pesar de sus éxitos, parece haber llegado al límite de su capacidad. El cambio climático, el agotamiento progresivo de los recursos naturales, el aumento de las desigualdades y la existencia de una gran cantidad de población en situación de pobreza severa, son retos de nuestra sociedad para los que este modelo no tiene capacidad de dar una respuesta adecuada a medio y largo plazo. Pero, por otro lado, los modelos basados en el decrecimiento tienen importantes riesgos que podrían acabar causando un perjuicio mayor que el beneficio supuestamente esperado.

Entre estos dos modelos aparentemente incompatibles, hay una propuesta que puede ayudar a afrontar los problemas del crecimiento económico sin recurrir al decrecimiento: el crecimiento sostenible.

El crecimiento sostenible tiene como objetivo favorecer la satisfacción de las crecientes necesidades humanas protegiendo el medio ambiente, limitando el consumo de recursos y promoviendo que las ventajas del crecimiento lleguen a todos los sectores de la sociedad sin poner en riesgo la calidad de vida de las generaciones futuras. Sus tres pilares fundamentales son el económico, el social y el ambiental.

Son numerosas las estrategias que pueden ponerse en marcha para conseguir el crecimiento sostenible, como por ejemplo:

  • La Economía Verde: supone la puesta en marcha sistemas productivos sostenibles, con el menor impacto ambiental posible.
  • Crecimiento inclusivo: para conseguir que las oportunidades de crecimiento y los beneficios derivados del mismo lleguen a toda la sociedad, contribuyendo a reducir la pobreza y la desigualdad,
  • Comercio justo generalizado: que proteja los derechos humanos, laborales y sociales, especialmente de los más desfavorecidos.
  • Economía circular: que promueve la reducción el impacto ambiental de los residuos generados en los procesos de producción y consumo.
  • Tecnología: que permita fabricar con un menor consumo de energía y de recursos, y favoreciendo la llegada de esta tecnología a los países menos desarrollados.
  • Formación: para garantizar el desarrollo de las personas y las comunidades y la reducción de la pobreza y las desigualdades.
  • Autoconsumo renovable.
  • Movilidad sostenible: que permite satisfacer las necesidades de desplazamiento de personas y bienes con el menor consumo de recursos, limitando o incluso haciendo innecesarios los desplazamientos.

Estos son sólo algunas propuestas que permiten un crecimiento sostenible sin necesidad de recurrir a políticas de decrecimiento.

La puesta en marcha de un sistema económico basado en el crecimiento sostenible, que armonice los tres pilares fundamentales, el económico, el social y el ambiental, supone un importante desafío. Para su puesta en marcha es fundamental la definición de una estrategia con visión global, que considere la situación de cada país y región y que tenga en cuenta los intereses, los problemas y la libre voluntad de las sociedades y de cada persona, especialmente las más desfavorecidas. Sólo así podremos garantizar la reducción de la pobreza y la mejora de la calidad de vida de todos. De otro modo, ni este ni ningún otro modelo funcionará.

David Valle Rodríguez.

Socio Fundador Nexo Plataforma.

Vocal de la Comisión de economía.

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