La asombrosa actitud de estos días del Presidente del Gobierno de España, más allá de la apertura de un debate sobre las responsabilidades de un familiar o allegado a un cargo público; sobre la independencia del poder judicial a la hora de abrir investigaciones sobre hechos denunciados; o sobre la eventual manipulación de los hechos de los que se nos informa en los medios de comunicación, lo que plantea es una cuestión mucho más de fondo y que debe preocuparnos a todos: la necesidad de recuperar la ética pública en el ejercicio de la política.

La actitud de un líder político, que lo es por un mandato recibido de la ciudadanía bien directamente, bien a través de los representantes elegidos democráticamente en unas elecciones, se debe a quienes lo mandatan. Esa es la regla representativa. Pero más aún parece que debiera obedecer al compromiso expresado por el propio líder ante quienes compareció en su momento para obtener su apoyo.

Pretender que un giro radical de ciento ochenta grados en tu opinión sobre ciertos temas pueda justificarse con la necesidad de mantener el poder político a toda costa, sin importar aquellos compromisos originales y los apoyos obtenidos basados en los mismos es, como poco, un mal truco. Y no casa en absoluto con esa ética que identificamos con la verdad y la bondad de las cosas en el actuar humano.

El extraño episodio vivido, con Pedro Sánchez retirándose a “reflexionar” sobre su continuación en la vida pública para comparecer cinco días después anunciando que sigue para luchar contra supuestos peligros para todos —que en realidad solo le afectaban a él y a su entorno familiar más cercano— y atacando a quienes se han limitado a utilizar un resorte legal como es denunciar hechos concretos, pero sin explicar las dudas surgidas o incluso victimizándose ante un supuesto lawfare, más allá de abrir otros debates que posiblemente sean pertinentes, nos pone ante un dilema y una responsabilidad como ciudadanos: reconocer que nos mienten o seguir cerrando los ojos ante la impostura. Pero sobre todo nos debería llevar a adoptar una postura proactiva y reaccionar ante esta situación mediante el ejercicio de nuestro derecho más democrático: votar.

Hablamos pues, de votar por volver a la exigencia de una ética reconocible y ejemplar en nuestros políticos: la que simplemente obliga a no mentir y a actuar conforme a lo prometido. La pregunta, visto el ambiente, es si algún partido propone hoy realmente esa alternativa, desde el gobierno o aspirando a él, para poder votarlo.

Juan Ignacio López-Bas Varelo

Presidente Nexo Plataforma

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