Hace años que asistimos a un enconado debate sobre las bondades y las maldades de la llamada Agenda 2030, y esto enfrenta de manera irreconciliable posturas ideológicas entre quienes la consideran la madre de todos los males de la sociedad actual y quienes, sin embargo, la defienden como la panacea con la que resolver problemas globales. ¿Pero sabemos realmente de qué hablamos antes de posicionarnos sobre ello?
La Agenda 2030 es un pacto mundial alcanzado en la ONU el 25 de septiembre de 2015 entre los 193 Estados miembros de la organización con el objetivo de establecer un marco de actuación de los gobiernos del mundo para garantizar un futuro mejor para todos desde la óptica de que solo tenemos un planeta y de que los grandes problemas a los que nos enfrentamos son las diferencias en términos de riqueza y desarrollo y el riesgo de destrucción de nuestro entorno. Así nace la actual Agenda 2030, un conjunto de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que continúan la senda ya iniciada por la propia ONU en 2000 con los Objetivos del Milenio, que fijaron una primera meta en 2015 para después ampliarse hasta los actuales, que incluyen un total de 169 metas a alcanzar en 2030.
Esas metas son, entre otras, erradicar la pobreza extrema y el hambre, generar o ampliar sistemas de protección social, implementar servicios de reacción coordinada ante catástrofes, promover la seguridad alimentaria, garantizar las mejores condiciones de salud de la humanidad, procurar educación para todos, trabajar por la igualdad de género cierta, hacer realidad como derecho básico el acceso al agua potable y el saneamiento, impulsar políticas energéticas no contaminantes, procurar un desarrollo económico cada vez más eficiente, innovador y sostenible con la ayuda de la tecnología humana, afrontar decididamente el cambio climático, proteger el hábitat tanto terrestre como submarino terrestre, fortalecer las instituciones públicas responsables e inclusivas, y que todo ello se instrumentalice mediante la colaboración real entre los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil.
No parece que todo lo anterior obedezca a un plan maquiavélico de nadie para gobernar el mundo, sembrar el caos global o, simplemente, manipular mentes, y sin embargo por ahí apuntan muchas críticas a algo que, posiblemente, se rechaza desde el desconocimiento y el miedo, lo que no tiene nada que ver, justamente, con acciones concretas que, amparadas supuestamente en la Agenda 2023, posiblemente no tengan nada que ver con ellas, por lo que nada mejor que dedicar un poco de tiempo a procurarnos información que nos permita construir opiniones verdaderamente libres. Y, sobre todo, sin prejuicios.