La existencia de diversas lenguas y culturas en España ha sido vista por muchos como un problema. Las lenguas han sido utilizadas frecuentemente por parte de los distintos nacionalismos como un arma arrojadiza, de confrontación y de división. Algunos han percibido esta realidad como una amenaza a la unidad de la nación española y otros han visto en ella una ocasión para establecer barreras o para medrar. Con esta modesta reflexión personal sólo pretendo ayudar a que, desde las filas reformistas y progresistas, y partiendo de mi posicionamiento inequívocamente liberal, afrontemos el problema con valentía, pensando sólo en lo mejor para España y en la defensa de los derechos iguales de los españoles.

Como lingüista y residente en una de las comunidades autónomas con dos lenguas oficiales he estado preocupado desde hace décadas por los derechos de mis conciudadanos parlantes de una y otra lengua. Soy plenamente consciente del carácter polémico del tema que voy a tratar y no pretendo que mis opiniones particulares sean las que prevalezcan en su totalidad. Lo que me mueve a enviar este artículo para su publicación es llamar a la reflexión y al debate enriquecedor y hacer posible que en nuestro blog se vean reflejadas las diversas sensibilidades entre los que compartimos las ideas y los valores fundamentales reflejados en nuestro decálogo. Tampoco se me escapa que, debido a los excesos y a las imposiciones de los nacionalismos periféricos, muchas personas, al oír hablar de derechos lingüísticos, verán en ello un reflejo de dichos abusos o, peor aún, una cesión o concesión a los nacionalistas, que sabemos que nunca verán satisfechas sus ambiciones. Nada más lejos de mi voluntad ni de mis ideas: lo que me mueve es un ideal de justicia y de igualdad. En definitiva, mi intención es la de fomentar un debate que pueda servir de punto de unión y encuentro entre los que deseamos el progreso de nuestra nación y el bienestar y la libertad de los ciudadanos que la conformamos.

Los liberales progresistas hemos venido proclamando la igualdad de derechos entre los españoles apoyándonos en la idea liberal de nación española como unión que no es esencialista ni identitaria sino meramente política: defendemos la nación española como la unión de ciudadanos libres e iguales en derechos, compatible con la pluralidad y la diversidad, tal como se refleja en el punto 1 del decálogo de Nexo.

Es un hecho indiscutible que existen millones de españoles que tienen como lengua nativa una distinta del castellano, aunque por supuesto todos tienen el deber y el derecho de conocerlo. Este es un instrumento de comunicación entre todos los españoles, lo cual constituye una inmensa riqueza que debe ser protegida e impulsada, pero que no puede constituir una coartada para la negación de los derechos de los hablantes de las otras lenguas españolas.

Esta realidad ha sido aprovechada con fines de confrontación por el nacionalismo periférico. Allí donde ha conseguido el poder ha impuesto su política asimiladora, entre otras, en forma de inmersión lingüística forzada o de requisito lingüístico asimétrico. Sin duda debemos combatir estos excesos basándonos en la libertad de expresión y de elección; debemos oponernos al nacionalismo mediante argumentos liberales y progresistas, denunciándolo como una ideología totalitaria y contraria a las libertades individuales.

Sin embargo, este nacionalismo se nutre del temor de muchos ciudadanos a que su lengua y su cultura desaparezcan o pierdan su vigor. Por ello, debemos evitar caer en un nacionalismo “de sentido contrario”, basado en la idea supremacista y conservadora de “un estado, una nación, una lengua”. Dicha visión “jacobina”, que privilegia el estado centralista y uniformizador ha fracasado históricamente en nuestro país. Existen otras formas de entender el liberalismo más próximas al federalismo y más acordes con el reconocimiento de la diversidad de los derechos personales: son las que han triunfado países con larga tradición liberal como Suiza, Finlandia o Canadá, que se encuentran a la cabeza de la civilización y del bienestar material, social y cultural.

Por tanto, un ingrediente esencial de la lucha contra el nacionalismo es el respeto y el reconocimiento de la igualdad real de derechos de todos los españoles, independientemente de su lengua. La proclamación, defensa y ejercicio de dichos derechos debe ser para nosotros una “bandera” inequívoca e irrenunciable. Debemos dejar claro que no venimos a conculcar esos derechos, amparados por la Constitución y los estatutos de autonomía, sino a respetarlos y protegerlos.

Dentro del marco constitucional y estatutario puede avanzarse mucho todavía en la consecución de la deseable igualdad. Manteniéndonos fieles al espíritu y letra de la Constitución es posible dar pasos en el reconocimiento y en la presencia de las lenguas españolas distintas del castellano en las altas instituciones y en la difusión, promoción y enseñanza de dichas lenguas. De esta forma, se pondría en común y se aprovecharía todo el caudal literario y la riqueza cultural que éstas aportan, que se convertirían en un verdadero patrimonio común de todos los españoles.

Para salvaguardar la igualdad de derechos de los españoles es imprescindible que las diversas lenguas españolas tengan una presencia pública adecuada y proporcionada en todos los ámbitos y, en particular, en el de las instituciones más representativas y simbólicas. Ello es importante tanto desde el punto de vista de los hablantes, a fin de que se vean representados en las instituciones y las sientan como propias y perciban que su lengua es respetada y constituye un instrumento de expresión útil, como desde la óptica del resto de los españoles, para que se aperciban de la realidad plurilingüe de nuestra nación y se habitúen a ella.

Como conclusión, creo que ha llegado la hora de plantear un debate serio y ordenado acerca de cómo deberían afrontar los liberales progresistas y reformistas la diversidad lingüística y cultural de España. Es hora ya de asumir el tema de la diversidad no como un “problema” que es necesario conllevar sino como una realidad enriquecedora que debemos asumir y proteger. Sin unas propuestas claras que respeten dicha diversidad, cualquier proyecto de regeneración o de reforma estará destinado al fracaso.

José García Illa – Socio Nexo Plataforma

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